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Las luces se apagan, el proyector ronronea y, por primera vez desde hace tiempo, varias familias afganas eufóricas comparten refrescos y palomitas de maíz sin perder de vista la pantalla, por la que desfilan las estrellas de Bollywood.
El cine abierto en Kabul para las familias es uno de los pocos espacios de ocio en la capital, sobre todo para las mujeres, a menudo confinadas en casa. Y una ocasión pasa salir con marido e hijos.
Otras salas de cine están reservadas a los hombres, que protestan, silban y comentan en alto la película, en medio del humo de cigarrillos y porros.
El cine Galaxy, abierto el año pasado, prohíbe el acceso a los hombres no acompañados durante algunas horas del día para proteger a las mujeres del acoso.
Zahra Sozan, una madre de 25 años, confirma a la AFP que es inusual que las mujeres y los niños puedan disfrutar de películas.
"Es la primera vez que voy al cine en Kabul, me encantó", añade con una sonrisa tras haber visto una película de miedo.
"Cuando las familias están aquí, nadie más es autorizado a entrar, se sienten seguras", explica Abubakar Gharzai, uno de los propietarios de la sala.
Hace 16 años sería impensable. Los cines habían quedado destrozados por la guerra o estaban cerrados por orden de los talibanes. Las colas para ver una película se remontan a antes, cuando los habitantes de Kabul, hombres y mujeres, iban libremente al cine, a conciertos o al teatro.
El precio de las entradas, que cuestan 300 afganis (unos 6 dólares, o sea casi seis veces la de los otros cines de Kabul), convierte al Galaxy en un lujo inasequible para muchos bolsillos en un país con una economía maltrecha.
- Poco ocio -
"No hay muchos sitios en el país donde las mujeres puedan reunirse. La vida para nosotras es dura. Aquí, estamos seguras", prosigue Zahra Sozan.
Samira Sozan, quien vino con su hermano, asiente. "Tenemos los bolos, un parque de atracciones y el zoológico", enumera esta joven empleada de embajada de 22 años.
Incluso en casa, las mujeres no tienen tiempo para el ocio, están desbordadas por las tareas domésticas, añade.
Es su hermano el que oyó hablar del Galaxy. "Ir al cine no es muy conforme con las tradiciones, pero da igual lo que diga la gente. Es uno de los pocos sitios donde se puede pasar un rato en familia".
Su alegría reconforta a Gharzai. "Queremos dar al resto del mundo una imagen positiva de Afganistán. Un Afganistán sin bomba ni atentado, y también hacer algo para que la gente sea feliz", declara a la AFP.
En su opinión la peor amenaza que pesa sobre el cine es el pirateo y el visionado por internet.
El público afgano siente predilección por las películas indias y estadounidenses. La producción local lleva años moribunda. El problema para el cine es que cuando los éxitos de bollywood llegan al Galaxy hace tiempo que los aficionados los han visto en internet.
Lo que gusta al público afgano, por encima de todo, son las películas de terror, afirma Gharzai. "No podemos difundirlas a causa de los niños, pero es la demanda más fuerte", admite.
En una ciudad que vive bajo el terror de los atentados, el horror puede surgir en cualquier momento.
Los islamistas en guerra contra el gobierno consideran a Hollywood y Bollywood como los santuarios del pecado.
A la entrada del Galaxy, en el corazón de un centro comercial vigilado, los espectadores se someten a un cacheo.
"Es verdad, recibimos amenazas", reconoce Gharzai, "pero nos ponemos en manos del Todopoderoso".