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El fenómeno del embarazo en las adolescentes Manuel Vólquez Los embarazos en menores de edad no son asuntos de ahora. Se trata, sin embargo, de un problema social que merece la pronta atención de las autoridades y de la sociedad, en sentido general. En este debate, se destacan los embarazos incestuosos que nunca afloran a la publicidad y se resuelven mediante compensaciones económicas o negociaciones para no ir acudir ante los tribunales. No es fácil asumir el control total de las niñas a partir de los diez años de edad. Es la etapa del crecimiento donde se da inicio a la pre fase de la adolescencia, que a decir de la sabiduría popular es un espacio de alta peligrosidad, donde comienza el desacato de estas figuras a las órdenes y consejos de sus tutores. Esa desobediencia empieza en las aulas a edad temprana. Los escolares que sustentan esas edades aprenden muchas cosas sobre sexo, que no las conocen en el hogar ni tampoco las reciben de sus maestros. A partir de ahí aparecen las prácticas sexuales en casas de "amiguitas o compañeras de aulas", para ese fogueo placentero y desenfrenado. Lo más natural es que dados los primeros pasos para esas experiencias, es inminente el surgimiento de una preñez y de un problema complicado para la familia, que en última instancia es que asume las consecuencias económicas y sociales. Cuando una adolescente en edad escolar padece esa situación, se producen cambios inmediatos que marcarán su personalidad, sobre todo, por las imposibilidades de llegar a una profesión, sin contar las dificultades que debe enfrentar en el terreno de la manutención, tarea que finalmente recae sobre los padres más condolidos y responsables. Un hecho de ese tipo obliga a los tutores a tragarse la vergüenza causada por las hijas, haciendo los esfuerzos necesarios para enfrentar los perversos rumores que aparecen en el escenario social por vecinos que están atentos a la vida del otro. A la edad de 15 años, la conducta de las adolescentes asusta por la astucia y la estrategia que suelen emplear para engañar a los padres. Es frecuente verlas en la calle en grupo, abandonar las aulas y cambiándose la camisa del uniforme por una blusa para involucrarse en una aventura lúdica. La mayoría de las veces, esas menores dejan de asistir a las aulas para visitar las casas de los novios y determinados refugios, donde dan riendas sueltas a la pasión, incluyendo las cabañas, muchas veces con hombres adultos a cambio de utilidades caras de vestir, como celulares, perfumes, prendas íntimas, pantalones, etc. Y no son inventos míos. Conozco a varios amigos que con frecuencia suelen tener esos episodios con adolescentes y utilizan ese tecnicismo. La virginidad de algunas ellas a veces se pierde en esos escenarios y no peco al comentar que sobre la marcha éstas se convierten en expertas sexuales. Frente a los embarazos, los padres de familia, lamentablemente, siempre deben estar preparados para tapar las faltas de las niñas debido a que se trata de un fenómeno aparentemente irrefrenable, que no obstante puede enfrentarse insistiendo en las constantes orientaciones hogareñas.