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Con menos de cien palabras esto es lo que puedo contar:
El hombre-estatua , nunca siente el calor del sol, ni por supuesto percibe, el más mínimo aliento de vida que sople alrededor suyo. Se dedica a la existencia contemplativa, mientras son otros los que deciden por él. Ni se mueve, ni se queja, ni tan siquiera habla y pasa completamente desapercibido.
No crea problemas, ya se sabe que en "boca cerrada no entran moscas", a lo que se podría añadir, "ni una mala palabra, ni una buena acción".
A veces el hombre-estatua deja de ser un elemento meramente decorativo y por fin se siente útil, cuando su jefe lo utiliza de perchero para colgar el abrigo.
¡Y el pobre ahí sigue, pétreo y sin un mal gesto...!