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El drone se ha convertido en un arma de doble filo para la aviación civil excepto para Obama que tiene licencia para matar

25/05/2016 06:00 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Las ventajas que representan las pequeñas aeronaves sin piloto aumentan conforme la población ha ido descubriendo las múltiples aplicaciones de la tecnología no militar. Pero el "desarrollo de los drones se está convirtiendo en un obstáculo para la seguridad de la aviación civil"

 

Los drones constituyen una "amenaza real y creciente" para los aviones civiles, según la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), que pidió que se regule su actividad para impedir posibles accidentes.

El peligro que representan las pequeñas aeronaves sin piloto ha aumenta conforme la población ha ido  descubriendo las múltiples aplicaciones de la tecnología no militar, dijo el director general de la IATA, el británico Tony Tyler. Y algunos usuarios se han pasado, ante lo cual el mismo Tyler ha dicho que no podemos permitir que el "desarrollo de los drones se convierta en un obstáculo para la seguridad de la aviación civil". Advertencia, emitida en una conferencia en Singapur en la víspera del inicio del salón aeronáutico en esta ciudad-estado del sudeste asiático.

"Debemos tener un enfoque prudente en materia de regulación y un método pragmático de aplicación de la ley hacia los que desprecian las normas y ponen en peligro la vida ajena", dijo Tyler.

Los expertos consideran que la creciente utilización de drones militares, comerciales y de entretenimiento podría provocar colisiones entre esos aparatos teleguiados y aviones de línea con consecuencias catastróficas. "Es un problema real. Recibimos muchas informaciones de pilotos que señalan la presencia de drones en lugares inesperados, en particular volando a baja altitud alrededor de los aeropuertos "ha sido observada por muchos pilotos.

"La IATA no tiene estadísticas sobre la cantidad de drones que hay en el mundo, pero no cabe duda de que esas pequeñas aeronaves proliferan llegando a constituirse en un riesgo“. confesó  por su parte Rob Eagles, experto en drones en el seno de la organización de la aviación civil. Hasta ahora, solo 63 de los 191 países miembros de la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI) han adoptado reglamentos sobre los drones, observó Eagle.

La principal preocupación de la IATA son los drones que vuelan cerca de los aeropuertos  representan un peligro para los aviones en el momento de despegar y aterrizar, agregó Eagle.

La IATA exige también garantías de que las frecuencias utilizadas por los drones no interfieran con los sistemas de control aéreo, indicó Eagle.

El Centro de Estudios de Drones de la universidad norteamericana de Bard indicó que entre diciembre de 2013 y septiembre de 2015 había registrado mas de 900 incidentes con drones en el espacios aéreos lcles. Treinta y seis de ellos estuvieron "cerca de una colisión", según el informe de la universidad.

En 28 ocasiones, los pilotos de los aviones de línea tuvieron que ejecutar alguna maniobra para evitar chocar con un dron, agrega el informe. El año pasado se registraron docenas de accidentes potenciales entre aviones tripulados y drones, incluyendo uno que pasó a 25 metros de un Boeing 777 cerca del aeropuerto de Heathrow, según UK Airprox Board, que investiga este tipo de incidentes en el espacio aéreo del Reino Unido.

La semana pasada, la Asociación Británica de Pilotos de Líneas Aéreas (Balpa) exigió una investigación sobre los posibles efectos de una colisión. Su experto en seguridad advirtió que los drones podían chocar con el parabrisas de la cabina y provocar daños incontrolables en el motor, en cuyo caso "volarían fragmentos de metal disparándose en todas direcciones y a toda velocidad. Podrían impactar contra el depósito de combustible, los conductos hidráulicos e incluso contra la cabina".

¿No existen leyes para evitar este peligro? Hasta ahora, la Autoridad de la Aviación Civil británica (CAA) ha adoptado una regulación permisiva en el uso de los drones. El registro solo incluye aquellos que pesan más de 20 kilos o tienen fines comerciales. En cambio, la CAA prefiere aleccionar a los usuarios con  su vídeo Dronecode y el consejo de que usen "su sentido común y sean prudentes, porque acabarán enjuiciados".

Las normas son directas: el dron debe mantenerse siempre en un campo visual, sin hacer uso de elementos complementarios de visibilidad, como una cámara de pilotaje, y no debe volar por encima de los 122 metros o a más de 500 metros de distancia horizontal. Los drones con control remoto deben permanecer 50 metros alejados de los vehículos, personas, edificios o estructuras, y los usuarios deben estar al tanto de no violar la privacidad de la gente.

En Estados Unidos, donde se vendieron aproximadamente 700.000 drones el año pasado, la Autoridad Federal de Aviación (FAA) obliga a que todos los drones que pesen más de 227 gramos estén inscritos y etiquetados con un número de registro. Estas normas se aprobaron tras más de 700 cuasi accidentes entre drones y aviones pilotados, y un registro cada vez más amplio de daños provocados por usuarios aficionados.

Un limbo legal que entorpece los juicios

La CAA hace especial hincapié en los juicios que se han celebrado, como en el caso de Robert Knowles, que en 2014 fue multado con más de 1.000 euros (y 4.500 en costas) por volar su dron peligrosamente cerca de un puente en Cumbria. Y el hecho fue conocido gracias a que Knowles marcó la aeronave con su nombre y número de teléfono. Lo demás hubiera pasado desapercibido.

Es difícil llevar a juicio y, por consiguiente, disuadir a los usuarios de la compra de drones a no ser que estén registrados y regulados. Esto reduciría también el uso incorrecto y peligroso de estos aparatos por parte de los aficionados. A fin de cuentas, a partir de este año la ley obliga a los dueños a marcar con un microchip a sus perros para facilitar su identificación, aunque los peligros potenciales de un dron –que ha sido descrito como "cortacésped volador"–, son mucho mayores. Reino Unido debería seguir como mínimo el ejemplo de Estados Unidos al exigir el registro y la regulación de los drones pequeños, si esto facilita el proceso legal que juzga los efectos de un uso negligente.

Una mejor educación, más información y mensajes de alerta en parques y otros espacios abiertos quizá sirvan para aminorar los riesgos de colisión. La obligación de tener un seguro a terceros también podría ser de ayuda. Pero estas medidas son insuficientes para enfrentar el uso criminal o terrorista. Cualquier dron que esté preparado para llevar una cámara puede estar armado con una pistola o pequeño explosivo. Su alcance y anonimato les convierte en potenciales armas asesinas.

Un uso terrorista

El Estado Islámico ya hace uso de drones en misiones de vigilancia  tienen la capacidad de volar sobre perímetros de defensa y puntos de acceso vigilados. Si los terroristas de París hubiesen utilizado drones en lugar de cinturones con explosivos, los ataques de Francia habrían terminado de forma más dolorosa aun. Los artefactos pueden atacar multitudes o individuos concretos, y tal es su tecnología punta que por lo rápido de la técnica se ha organizado un plan de defensa contra ellos.

Los gobiernos y sus fuerzas militares están ideando un plan de acción ante la pequeña- gran amenaza de los drones yihadistas. Se han sugerido varias soluciones, como una "geo-defensa" que los drones tengan grabada en su firma (software de control) para que no puedan volarse cerca de aeropuertos o edificios gubernamentales. Este código, sin embargo, puede ser reprogramado.

Es posible detectar los drones a través de un radar o de una señal de radio, pero es una estrategia cara. Se ha desarrollado una tecnología para interferir sus frecuencias de radio, hackear sus controles o derribarlos. Pero se deben refinar los métodos para evitar su impacto.

En el caso de un ataque de drones en formación contra un aeropuerto, estas consideraciones están aún por decidirse respecto a los puntos de defensa y establecer lo vulnerables que son los aviones tripulados y quién tendría que pagar por estas medidas. Sin embargo, es un debate que debe tener lugar y la Asociación Británica de Pilotos de Líneas Aéreas ( Balpa) ha tardado mucho en reclamar a una investigación sobre los efectos de una posible colisión entre ambas aeronaves.

El fácil acceso aéreo de los drones ha abierto una posibilidad en el mercado del entretenimiento y de los negocios, pero aún queda mucho por hacer respecto a su regulación y defensa contra un uso inapropiado y ruin.

La semana pasada, (Balpa) exigió una investigación sobre los posibles efectos de una colisión. Podrían impactar incluso contra el depósito de combustible, los conductos hidráulicos e incluso en la cabina"

Se consideraba que el presidente Bush había batido todos los records de barbarie en la guerra, pero su sucesor en la presidencia no ha quedado a la zaga

Ocurrió un incidente con drones el pasado sábado cuando un avión de Lufthansa tuvo que esquivar en el aire a tres drones cuando se acercaba al aeropuerto de Loiu (Euskal Herria). Al no haber denuncia, la Ertzaintza ha decidido cerrar el caso. Hace dos semanas, un Airbus 320 de la compañía alemana, esquivó tres drones que volaban a gran altura, unos 900 metros, cuando se encontraba dentro del espacio aéreo protegido, en su acercamiento a las pistas de Loiu. Tras este incidente, la Ertzaintza recibió el aviso del aeropuerto y un helicóptero de la policía vasca voló en busca de los drones, sin encontrar ninguno, a la vez que también patrullas intentaban localizar por tierra a los dueños de los drones, sin éxito.

Y todo ello pese a que el establecimiento 'La Paloma' vivió el incidente más grave de su historia relacionado con drones, aparatos que se han popularizado para usos profesionales y recreativos y que se han convertido en un peligro para la seguridad aérea, según denuncian pilotos y controladores. Los pasajeros del vuelo LH1142, operado por Lufthansa, que viajaron entre Fráncfort y Bilbao se las vieron muy de cerca con tres de estos dispositivos que navegaban dentro del espacio aerocontrolado, algo prohibido tajantemente por la legislación.

El avión, un Airbus 320 con capacidad para 168 pasajeros, despegó seis minutos antes de lo previsto, a las 11.19 horas del sábado, de la ciudad germana, y llegó a las 13.26 horas a 'La Paloma', con cuatro minutos de adelanto pese a la incidencia. El piloto ya había iniciado el descenso y estaba enfrascado en la maniobra de aterrizaje cuando divisó tres equipos a control remoto sobrevolando la zona de Lezama y Larrabetzu a una altitud de 2.500 pies, a casi 900 metros del suelo.

Tuvo que esquivarles a unas 2, 5 millas de la cabecera 30 del aeródromo, la que se utiliza el 90% de las veces para aterrizar, cuando los aparatos se aproximan desde el valle del Txorierri y acceden a las instalaciones por Derio. El comandante divisó los drones «casi por casualidad», ya que en ese momento, uno de los instantes más críticos para tomar tierra, la tripulación suele estar concentrada en la instrumentación. El hecho de que la mañana de ayer fuera clara y soleada, con gran visibilidad, facilitó que se percataran del peligro.

«El suceso más grave»

La competencia sancionadora sobre las aeronaves no tripuladas de hasta 150 kilos corresponde a la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), y es a ella a la que la Ertzaintza deberá enviar la identidad de los infractores si la descubre. No es la primera vez que un piloto que trabaja en ‘La Paloma’ tiene que lidiar con uno de estos aparatos; se han producido otros avistamientos, aunque a menor altura. «Sin lugar a dudas, este es el suceso más grave», explicaron ayer desde la torre de control del aeropuerto.

Los drones tienen absolutamente prohibido volar dentro del espacio aerocontrolado, a una distancia de al menos 15 kilómetros a la redonda del aeropuerto de Bilbao. Aunque pueden alcanzar los 2.000 metros de altura, no se les permite volar a más de 120 metros desde el suelo ni a más de 500 metros de distancia de su piloto, que siempre debe tener contacto visual con el aparato, según la normativa temporal que desde 2014 regula el uso civil de estos aparatos. Por ello, «que naveguen a 900 metros de altitud y tan cerca es gravísimo, sancionable con la mayor infracción, ya que se pone en peligro a otras personas», explica Kayus Almeida, director de operaciones de Dronak, una empresa bilbaína especializada en prestar servicios con drones, que profesionaliza pilotos y es la encargada de asesorar a la Ertzaintza en el manejo de estos dispositivos.

«En Bilbao, el centro de control aéreo es muy particular, con forma de caramelo, y dentro no se puede volar, porque los aviones empiezan a bajar desde Durango. Los pilotos tenemos un mapa aeronáutico y sabemos dónde podemos volar los aparatos», explicó. La infracción que han cometido los tres pilotos de los drones que no consiguió localizar la policía han incurrido en una falta muy grave que está castigada con hasta 250.000 euros, según los especialistas de la empresa Dronak. Estos aparatos, de hecho, ya están poniendo en jaque a la Agencia Europea de Seguridad Aérea, que el pasado 4 de mayo anunció la creación de un grupo de trabajo para estudiar los riesgos de colisión entre drones y aviones, mientras desarrolla el marco normativo para su utilización. El grupo de trabajo analizará los incidentes ocurridos en todos los Estados miembros.

«No es ningún juego»

La licencia para operar uno de estos aparatos es necesaria cuando se emplea para usos profesionales, no para los que se utilizan con fines recreativos, cuyo manejo está regulado pero no se exige formación. «Han sido el juguete más regalado este año. Algunos padres han regalado drones profesionales y pueden convertirse en un arma de doble filo si no se utilizan con responsabilidad y sin formación», explicó la directora de Dronak, Fabia Silva. Desde la torre de control del aeropuerto de Bilbao también reclaman medidas. «Estamos preocupados. Hay que tomar precauciones inmediatas y atajar de raíz este tipo de prácticas», reclamaron. «La gente ha de ser consciente de que volar un dron no es ningún juego y de que hacerlo cerca de un aeropuerto es una maniobra peligrosísima y temeraria».

Pero también Obama comete errores. Así lo reconoció ante las cámaras de medio mundo y fue «un error» mucho más grave que todos los mencionados en este reportaje que costó vidas humanas. En la operación contra un campamento de Al Qaida en la frontera entre Pakistán y Afganistán, se produjo la muerte por un ataque de un drone controlado por la CIA de dos cooperantes occidentales, el norteamericano Warren Weinstein (73 años), y el italiano Giovanni Lo Porto (39 años). El presidente de EE.UU. asumió «toda la responsabilidad» y subrayó que como padre y marido entiende perfectamente el dolor de las familias de los dos hombres. Pero los muertos por error no los resucita nadie.

Las muertes se produjeron al atacar un campamento de Al Qaida, en el que falleció además un miembro americano de la rama yihadista, Ahmed Farouq. Como informó el corresponsal de ABC en Washington, el presidente de Estados Unidos «tuvo» que comparecer, obligado por una información de «The Wall Street» sobre este hecho producido el pasado enero. Ahora, Obama se ha comprometido a desvelar a las familias de las víctimas todos los detalles de la operación, hasta ahora clasificados, tras excusarse diciendo que los responsables desconocían que en el campamento había rehenes de Al Qaida.

Así las cosas, las muertes de los cooperantes lo ha puesto de nuevo en el centro del debate. «The New York Times» abría la edición digital de hace dos semanas con un análisis acerca de la incómoda realidad de los drones, la ignorancia de los servicios de inteligencia. El periódico dijo que «Estados Unidos a veces no puede asegurar a quien va a matar», y el periodista recuerda un discurso de Obama sobre los drones de 2013, en el que aseguró que no se disparará a menos que se tenga la certeza de que ningún civil pueda salir herido. Y eso no se ha cumplido, aunque añadió que a Obama le perseguirán las muertes de civiles a manos de norteamericanos  toda su vida.

En este «error» reconocido por Obama no entran los cientos de víctimas civiles, hasta 1063, según estimaciones del «Bureau of Investigative Journalism», después de operaciones como esta. Para algunas ONGs contrarias al uso de drones para la guerra, estos muertos sin nombre son considerados como condenados a pena de muerte sin juicio previo.

Pocos días después del 11-S, y tras años de investigación y desarrollo, la CIA ejecutó a su primer objetivo mediante un avión no tripulado, o drone. Desde entonces, los ataques con estos dispositivos han jugado un importante rol en la «guerra contra el terror» de Estados Unidos en países como Afganistán, Pakistán, Yemen o Somalia.

Todo empezó en Yemen. Durante la administración Bush, según se incluye en la revista «A Fondo», la CIA dirigió en este país, actualmente en guerra, un drone RQ-1 Predator contra un vehículo en movimiento. Los disparos con misiles Hellfire acabaron con seis personas que iban en el vehículo, acusadas de estar vinculadas a Al Qaida, entre ellas, un alto dirigente de la organización, Abu Ali al-Harithi.

Tras los primeros éxitos, la CIA incluso señaló que sus drones eran «el arma más precisa jamás inventada», tan perfecta, que los civiles nunca más serían víctimas colaterales de la guerra, según recoge el analista Chris Wood en su libro «Justicia súbita: la guerra secreta de los drones de Estados Unidos».

Sin embargo y a pesar de la intensa actividad de Al Qaida, Estados Unidos no volvió a realizar «asesinatos selectivos» desde 2002 hasta 2009, al año de la llegada al poder de Barack Obama.

Tras un ataque con drones norteamericanos en la ciudad paquistaní de Khashamir, en septiembre de 2013, que además de matar a dos terroristas de Al Qaeda se cobró también la vida de un clérigo y un policía ajenos al grupo yihadista, cada uno de los hombres, mujeres y niños de la localidad vieron las fotos de los restos del ataque, según recogió la organización Human Rigths Watch en un informe titulado «Entre un dron y Al Qaida», en 2013. Todos ellos vieron los cuerpos desmembrados. Ahora, cuenta un familiar de las víctimas a HRW, «cuando los del pueblo ven esas fotos, piensan en Estados Unidos».

Sin que mueran soldados

A Obama le gustaba la idea de retomar las operaciones de asesinatos selectivos con drones: podía acabar con terroristas peligrosos en poco tiempo y sin poner en juego la vida de sus propios soldados. Cada militar muerto es una pesadilla de relaciones públicas, especialmente para un Gobierno como el de Obama, que llegó al poder hablando de salir de Irak y que en cambio ha acabado metido en el fango hasta la cintura en otras guerras sucias, mientras que la muerte de civiles en Pakistán, siempre susceptibles de ser catalogados como terroristas o afines a grupos terroristas, no lo es.

En Pakistán, Yemen y Somalia, la administración de Obama ordenó más de 400 ataques con drones, ocho veces más que los ordenados durante la presidencia de George Bush, según señala el TBIJ.

Y no sólo pakistaníes, afganos, yemeníes o somalíes (países donde EE.UU. despliega de forma oficial sus drones). Lo peor para Washington, por tener un coste político incalculable, serían las víctimas norteamericanas. Hasta ahora lo habían sido sospechosos por terrorismo -aunque solo uno, Anwar al-Awlaki, imán acusado de servir a Al Qaida, era un objetivo de la inteligencia-. Pero con la muerte de Warren Weinstein (ya irían ocho norteamericanos) a tiros por un drone, este hecho se convierte de inmediato en carne de cañón para los críticos del que supuestamente era un método infalible con el que cumplir objetivos sin daños colaterales.

 

 


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