¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Diasporaweb escriba una noticia?
La ironía está en que Gran Bretaña quiere irse de Europa pero preservar el Reino Unido, mientras que Escocia quiere romper el Reino Unido pero quedarse en Europa. Son los milagros del Brexit
El Gobierno escocés ha publicado un borrador de un proyecto de ley para pedir un segundo referéndum de independencia del Reino Unido a raíz del triunfo del Brexit, anunció su ministra principal, Nicola Sturgeon. En un discurso pronunciado en Glasgow, donde se celebra el congreso anual del Partido Nacionalista Escocés (SNP), Sturgeon opinó que es necesario que los escoceses reconsideren ese asunto “antes de que el Reino Unido abandone la Unión Europea (UE)”.
La líder independentista se dirigió también a la primera ministra británica, la tory Theresa May, a la que advirtió: “si no puede o no nos permite proteger nuestros intereses dentro del Reino Unido, entonces Escocia tendrá el derecho a decidir, de nuevo, si quiere adoptar un camino diferente”.
Durante su intervención, Sturgeon enfatizó que “va en serio” a la hora de “hacer lo que sea necesario” a fin de “proteger los intereses de Escocia”. La política nacionalista insistió en que tiene el deber político de defender la voluntad expresada por los escoceses en el pasado referendum europeo del 23 de junio pasado, cuando los escoceses votaron a favor de continuar dentro de la UE.
Por ello, confirmó que su Gobierno llevará a cabo un proceso de consulta sobre la posibilidad de celebrar un segundo referendum de independencia del Reino Unido.
“Estoy decidida a que Escocia tenga la capacidad de reconsiderar la cuestión de la independencia -y que lo haga antes de que el Reino Unido abandone la UE- si eso es necesario para proteger los intereses de nuestros país”, dijo la líder del SNP. En el primer plebiscito escocés de independencia, convocado el 18 de septiembre de 2014, los ciudadanos rechazaron desvincularse de Westminster.
En el referéndum del Brexit más de un 60% de los escoceses apostó por seguir en la UE.
Este anuncio hecho por Sturgeon se percibe como un desafío a May después de que la premier británica haya dado señales de que podría optar por un Brexit duro -sin acceso al mercado único en pro del control de la inmigración- en las futuras negociaciones entre Londres y Bruselas.
La líder tory tiene intención de activar el Artículo 50 del Tratado de Lisboa -que iniciará de manera formal el proceso negociador de dos años para salir del bloque común- antes de que termine marzo de 2017.
Escocia, europeísta
Tras el triunfo del Brexit, que en Escocia no fue la opción más votada, Sturgeon ya planteó esta posibilidad y viajó a Bruselas para entrevistarse con los líderes de la UE, con Juncker, presidente de la Comisión Europea (CE) y Martin Schulz, presidente de la Eurocámara.
La visita de Nicola Sturgeon a Bruselas provocó tensiones en el seno de la UE por la cuestión catalana. Algunos líderes, siguiendo la estela de Rajoy, intentaron distanciarse del contacto con Escocia hablando de no interferencia en un asunto que consideran doméstico de Reino Unido.
Pol Morillas, investigador del CIDOB, comentó hace unos meses que la UE no se posicionaría y que Escocia no sería el estado 28 hasta que no quede clara su postura respecto a Reino Unido. “Lo considerará una cuestión interna como hace con Catalunya”, vaticinó.
Un 51, 9% de los votantes en el referéndum de junio apostó la opción leave. Por regiones, los ingleses votaron por abandonar la UE con el 53, 4% de los votos, frente al 46, 4%, lo mismo que los galeses -52, 5% contra el 47, 5%-. En Escocia e Irlanda del Norte, en cambio, se impuso la permanencia -62% ante el 38% y 55, 8% frente al 44, 2%, respectivamente-. En Gibraltar, donde tan solo el 4% de la población votó a favor de abandonar la Unión, se registró uno de los resultados más contundentes en contra del Brexit, que podría desintegrar Reino Unido.
Cae el apoyo al segundo referéndum en Escocia
El Brexit hizo subir el apoyo a la independencia hasta un 60%, el baremo que se había marcado la primera ministra Nicola Sturgeon para considerar casi segura una victoria, y tocar la campana llamando a las urnas. Pero a lo largo del verano ese fervor se ha ido enfriando, de la mano de la caída del precio del petróleo (el principal capital del país), el aumento del déficit, la poca solidaridad con la causa escocesa en Bruselas, los interrogantes económicos y ese eterno axioma de que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
El último sondeo, de hace poco más de un mes, indica que un 50% de los ciudadanos están en contra de un segundo referéndum, por sólo un 37% a favor. Y que si aún así lo hubiera, el margen de victoria del unionismo sería mayor que el 52% a 48% registrado en el 2014.
En teoría no son cifras como para convocar una nueva consulta (el consenso es que un segundo no en tan escaso margen de tiempo acabaría con la aspiración independentista por varias generaciones, como ha ocurrido en Quebec). Pero la razón de ser del SNP (Partido Nacionalista Escocés) es la búsqueda de la soberanía, y sus militantes exigen plantear de nuevo la cuestión como respuesta al Brexit, y a la ironía de que Gran Bretaña quiere irse de Europa pero preservar el Reino Unido, mientras que Escocia quiere romper el Reino Unido pero quedarse en Europa.
El obstáculo parece ser que Westminster tiene que dar su consentimiento para un segundo referéndum a Sturgeon, que es la política británica más astuta y valorada: el trabajo en doble vía. De cara a las bases independentistas, ha iniciado una consulta masiva con la ciudadanía, y encargado a todos los ministros del gobierno que tengan todo preparado para poner en marcha un referéndum –así lo anunció en el parlamento escocés–. Y paralelamente, está trabajando con su homónima inglesa, Theresa May, para intentar que haya un Brexit blando, que permita seguir disfrutando del acceso al mercado único, en vez del Brexit duro que buscan los euroescépticos. El camino a un referéndum, aunque la mayoría de la gente lo quiera, está lleno de obstáculos.
Algunos lo han definido como el milagro escocés, pero lo cierto es que tras las elecciones del 2007, donde salió vencedor el Scottish National Party (SNP) y su líder, Alex Salmond se convirtió en el Primer Ministro de Escocia, esta nación europea continúa su imparable marcha hacia la independencia y la materialización de un nuevo estado en el continente europeo.
Ya anteriores primeros ministros como Thatcher, Major y Blair reconocieron el derecho de Escocia a la independencia
El pasado mes de octubre tuvo lugar en Inverness la Conferencia Anual del SNP, quien al mismo tiempo celebraba el setenta y cinco aniversario de su fundación, y coincidía así mismo con la reciente aparición de un libro que estudia el desarrollo del partido en los últimos años. Evidentemente, no es una casualidad que buena parte de la centralidad política escocesa gire en torno a esa fuerza política y a sus dirigentes, pues en este período en el que dirigen las riendas del gobierno escocés, el apoyo a la causa soberanista ha ido incrementándose, a tenor de lo que apuntan diferentes encuestas y sobre todo si nos fijamos en el debate político que transciende las fronteras escocesas.
Las elecciones de 2007 estuvieron protagonizadas por el programa innovador del SNP que lanzó un manifiesto a favor de la independencia, subrayando la capacidad de Escocia para autogobernarse y la viabilidad de un proyecto escocés como un nuevo estado-nación.
La llamada vía escocesa ya fue adelantada entonces por los nacionalistas escoceses. El propio manifiesto del SNP apuntaba los pasos que necesitaba Escocia para lograr su independencia, y remarcaba que Escocia “será independiente cuando el pueblo escocés vote en ese sentido en un referéndum democrático”. En caso de que una mayoría vote por la independencia, los representantes del gobierno escocés comenzarán un proceso negociador con Westminster para acordar el establecimiento de la independencia. Mientras el proceso negociador se desarrolle, “se elaborará una constitución para una Escocia independiente, que garantizará los derechos de los ciudadanos escoceses y señalará cómo deberá gobernarse el nuevo estado”.
Hoy ya casi nadie duda en Reino Unido, y en buena parte en Europa, que la materialización de ese referéndum es cuestión de meses. En ese sentido llama poderosamente que incluso la clase política unionista, tanto entonces como ahora, no se haya opuesto al democrático ejercicio del derecho de autodeterminación del pueblo escocés.
En este sentido conviene rescatar las declaraciones, recogidas por el analista catalán Xavier Solano, de Margaret Thatcher quien en su día señaló que aun no compartiendo el deseo independentista de “escocia, como nación, los escoceses tienen el indudable derecho de autodeterminación”.
Unos años más tarde sería el primer ministro conservador, John Major quien suscribiría públicamente esas declaraciones, y en 1993 añadió por escrito que “si el pueblo escocés quiere la independencia, ningún partido o político ingles se interpondrá en el camino”. Y será finalmente, Tony Blair, del partido laborista, quien en 2007 afirme en la BBC que “por descontado que los escoceses tiene el derecho a independizarse del Reino Unido si esa es su voluntad“.
Los beneficios para el pueblo escocés tras la independencia son también más que evidentes. Y como apuntó el propio Alex Salmond, “tras probar la descentralización política (devolution), somos conscientes de sus limitaciones”. Y será sólo a través de la independencia cuando escocia consiga las competencias necesarias para progresar económica y socialmente.
Las ventajas económicas, con un control sobre los recursos naturales y energéticos propios, la posibilidad de gestionar los aspectos fiscales, la capacidad para tener voz propia en todos los foros internacionales son tan sólo algunos de los argumentos que esgrimen los independentistas a la hora de defender su proyecto.
Frente a quienes rechazan la capacidad escocesa en el futuro como estado nación, los soberanistas escoceses apuntan a modelos cercanos y que tendrían una relación directa con el futuro estado. Así las condiciones de Noruega, Irlanda, Finlandia, Dinamarca o Suecia encajan con los parámetros de una Escocia independiente. Y frente a quienes afirman que a día de hoy y en un mundo globalizado, los estados-nación han perdido protagonismo (por lo general quienes defienden dichas teorías ya tienen su propio estado-nación), los dirigentes escoceses argumentan lo contrario, y resaltan además, que entidades nacionales pequeñas tiene más posibilidades de hacer frente a la homogenización de la globalización.
Medios de comunicación como el Financial Times, o importantes economistas y empresarios han abalado la viabilidad económica y política de un estado escocés. Y por otro lado, hoy en día partidos como el SNP, los Verdes o SSP, junto a otros grupos políticos menores (FSP, SEP, SRP, CPS, Solidarity…), y a importantes movimientos sociales (Independence First o Scottish Independence Convention) abogan abiertamente por la independencia.
El debate sobre el referéndum se activará en los próximos meses. En un primer momento el planteamiento escocés era la celebración de una consulta con dos preguntas, una apostando por la independencia y otra por el status quo autonómico actual. Sin embargo, en las ultima semanas se ha barajado la posibilidad de introducir una tercera variable, que preguntaría por un aumento de las competencias autonómicas (tal vez para motivar la participación de los liberales).
Otro debate que se abre paralelo al anterior, gira en torno a la necesidad “legal” de celebrar dos referéndums. Esta tesis es mantenida por algunos políticos unionistas que señalan que el parlamento escocés carece de autoridad legal para materializar la independencia, y que lo que legitimaría la consulta sería la apertura de negociaciones con Londres al término de las cuales Escocia votaría el acuerdo. Por su parte, el gobierno escocés sostiene que un solo referéndum es suficiente, siguiendo el precedente del referéndum sobre la “devolution” de 1997.
Tampoco habrá que perder de vista otros dos aspectos. En primer lugar será clave el próximo gobierno en Londres, y si como sugieren las encuestas, el Partido Conservador se hace con las riendas del mismo, habrá que ver la actitud de éste, que no olvidemos acaba de aliarse con el unionista UUP del norte de Irlanda, y que se define oficialmente como el partido conservador y unionista.
Y en segundo lugar, cada vez tiene más interés el auge de un sentimiento inglés, que como señal un analista da la sensación que mientras los unionistas escoceses o irlandeses siguen aforrándose al proyecto del Reino Unido, los ingleses cada vez apuestan más por abandonarlo. Cada día son más las voces que reclaman un parlamento inglés propio, y se extiende la sensación de que mientras que las otras naciones disponen de su propia capacidad autonómica, ellos siguen presos de las decisiones de los representantes de esas naciones dentro del parlamento de Westminster.
Probablemente unido a ello está en cierta medida la crisis identitaria de un estado formado por la unión forzosa de distintas naciones, y cuando éstas emprenden su camino hacia la independencia dejan en entredicho un viejo proyecto estatal, como es entre otros, el caso del Reino Unido.