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Lejos de invocaciones ideológicas, el motivo de frustrarse la unidad popular de la izquierda, radica en el endeudamiento de IU, que por excedido le impide comprometerse en la toma de decisiones estratégicas
Esta semana como consecuencia del divorcio disidente de Podemos con IU, o viceversa, además de quedar en evidencia la inmadurez dirigente de ambas formaciones para impulsar conjuntamente una candidatura electoral, se ha consumado en gran medida la ruptura definitiva entre la presumida izquierda de nuestro país, y con ello, se cerraba también toda posibilidad de construir la imprescindible unidad popular con la que afrontar con un mínimo de éxito la ofensiva contra un enemigo totalmente organizado y al servicio del poder económico y financiero . Tal determinación a escasos dos meses y medio de la celebración de las Elecciones Generales, es una complicación política, que además de impedir toda posibilidad de construcción de una alternativa victoriosa, trunca la ocasión a que los próximos comicios puedan tener conferido el necesario carácter Constituyente.
Todo apunta a deducir, que en el foro de la izquierda la miopía política limita percepción a la hora de desempeñar función dirigente, tal como pone de manifiesto su evidente incapacidad en adjudicar preferencia a la unidad popular como objetivo, y única expresión efectiva al creciente totalitarismo del régimen y de las cada vez mas excedidas medidas políticas, policiales y judiciales, que para impedir el cambio en nuestro país han impuesto los miembros del actual Ejecutivo, con el planificado auxilio de la mass media y los poderes fácticos de control. Debiendo ser tales ataques al interés general, razón mas que suficiente para confluir en torno a un proyecto común, donde la economía y las finanzas estén al servicio del pueblo, en vez de exceptuar tan esencial premisa y optar como es el caso, por el mal ejemplo de hacer caso omiso y desatendiendo esta demanda acabar huyendo en desbandada.
Por tanto, la decepción de estas negociaciones, viene a evidenciar que en la conformación de la unidad popular, huelga la participación en exclusiva de lideres mesiánicos como también la intervención de actores políticos revestidos de pedigrí, pues el protagonismo en una diversificada izquierda rupturista, para nada debe quedar a expensas de la decisión unilateral de profesionales de la política, por la manifiesta carencia de neutralidad que presupone su posición hacia tal objetivo, ante el condicionante de ver afectada su posición en las listas como consecuencia del reajuste que impondrían las nuevas cotas de reparto en el supuesto caso de consumarse la confluencia electoral. Siendo por la cautividad de tal circunstancia, que la causa de la ruptura de avenencia, obedezca mas a la codicia personal de los gremialistas de turno que al sentido de la sensatez que debiera presidir en todo momento la responsabilidad de esta acción política.
Los llamados a cambiar las cosas, con el giro dado, han cerrado definitivamente toda oportunidad para la formación de un gobierno de progreso
En la peor de las situaciones que vive el país desde la restauración de la democracia, mas que nunca, los directos afectados en su conjunto albergaban esperanzas de cambio, confiando que esta vez la madurez se impusiera a la resignación de los eternos perdedores, mediante la confluencia de la izquierda en un amplio frente electoral, y todo ello, con posibilidades mas que teóricas de postularse alternativamente como opción de gobierno. Pero esta semana sin motivo aparente, fuera de los personalismos narcisistas, haciendo lo contrario de lo que debieran haber hecho, los llamados a cambiar las cosas, con el giro dado a su actitud, han dejado de concentrarse en el enemigo común para sumirnos en pleno proceso electoral en un estado de enfrentamiento total, haciendo que la idea de un gobierno de coalición de la izquierda se haya convertido de la noche a la mañana en una completa quimera.
Aun asumiendo el derecho que cada partido político tiene para concurrir conjuntamente o por separado a las elecciones generales, en buena lógica, afianzándose en planteamientos progresistas, tal determinación no debe obviar el hecho que en la actual coyuntura nuestra sociedad requiere avanzar hacia soluciones efectivas a los problemas repercutidos en la mayoría social, y tal garantía, pasa irremediablemente por la conformación de una fuerza política sólida y de izquierdas, sin que ello, presuponga en modo alguno la pérdida de identidad de cada uno de los partidos que la conforman. Alianza que además de un ejercicio de responsabilidad política, es factor determinante para paliar el negativo impacto de las distorsiones de la proporcionalidad del vigente sistema electoral, cuya única solución pasa irremediablemente por concurrir a los comicios en régimen de coalición.
Pero yendo a la versión real del desenlace, es excusado seguir insistiendo en la necesidad de confluencia, toda vez que nunca existió posibilidad real de llevarla a cabo, y todo por las insalvables diferencias de índole económico que no político, entre el sector de la izquierda histórica de IU que lastrada por el endeudamiento opta por concurrir en solitario a los comicios como vía de financiación publica, en contraposición con la solvente situación económica de Podemos como izquierda emergente que libre de dependencias opera en consecuencia afrontando sin cortapisas una apuesta clara y sin medias tintas por la unidad popular.
Con todo, para el gran segmento de electores predispuestos a refrendar un frente electoral de progreso, difícil va resultar remediarles la frustración.