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Sí, el encarcelamiento de García Luna se celebra. Hoy, voces como la de la periodista y escritora Anabel Hernández son más valiosas, el recuerdo de los periodistas asesinados vuelve con fuerza y la decisión personal de publicar la denuncia se robustece
Si bien muchos mexicanos (me cuento entre ellos) vimos con buenos ojos que, en 2006, Felipe Calderón decidiera declararle la guerra a los cárteles de la droga, también es cierto que no pasó mucho tiempo para que nos pudiéramos percatar del cagadero en el que se estaba convirtiendo la susodicha guerra.
Las masacres, las desapariciones y las malas decisiones gubernamentales nos permitieron dar cuenta de que no existía una estrategia real para acabar con las mafias y que, por el contrario, algunos grupos delincuenciales se empoderaban cada día más.
Es entonces que, desde distintas trincheras, se empezó a levantar la voz en contra de la carnicería que se perpetraba en México. Algunos desde los medios de comunicación, otros con protestas en la calle y unos más desde las redes sociales, nos dimos a la tarea de cuestionar, denunciar y señalar que el gobierno de Felipe Calderón estaba llevando a cabo una guerra inútil y muy costosa, y que por más que nos intentara convencer de que era para acabar con el crimen, la realidad nos mostraba que el país se estaba convirtiendo en un enorme cementerio.
En el camino fueron asesinados muchos de quienes se adentraron a documentar lo que ocurría en las entrañas de la barbarie; algunos más recibieron el ataque del Estado; otros tantos fuimos amenazados de diversas formas y tachados de opositores políticos al gobierno. Sin embargo, en un ejercicio de congruencia, la apuesta de “los locos” (así nos llaman a veces) que tocamos públicamente el tema del narco, siempre ha sido con la intención de evidenciar lo que muchos quisieran ocultar.
Todo lo anterior viene a cuenta por la reciente detención, por parte de autoridades norteamericanas, de quien fuera el poderoso Secretario de Seguridad Publica del gobierno de Calderón. El señor Genaro García Luna no solo fue el brazo ejecutor en la cruenta guerra que hasta el día de hoy padecemos, también fue uno de los ideólogos de la misma.
Más allá de los montajes mediáticos que armó el llamado “súperpolicía mexicano”; más allá del evidente empoderamiento del Cártel de Sinaloa (CDS) durante el sexenio en el que él fue Secretario; y más allá de las fundadas sospechas de su sociedad que mantenía con grupos delincuenciales, están las miles de víctimas que la imbécil guerra ha provocado.
Enjuiciar a García Luna es mucho más importante que el haberlo hecho con “El Chapo Guzmán”, pues con ello, seremos testigos de la confirmación de que lo que Calderón inició en 2006, no fue más que una matanza para beneficio de quienes la idearon y llevaron a cabo, así como la de la conformación de un narcoestado. De hecho en un artículo titulado “El juicio del siglo y las culpas mexicanas” que publiqué hace algunos meses en relación al juicio de “El Chapo”, escribí, entre otras cosas, lo siguiente:
“Un capo de la droga se hace de poder a través de demostrar sus capacidades de liderazgo, administrativas y violentas. Pero además, para llegar a ser un “Patrón”, se requiere tener y hacer contactos en las cúpulas políticas y empresariales. Y es que un jefe de la mafia, basa gran parte de su poder en la protección y contubernio que consiga obtener de las autoridades.”…
…”“El juicio del siglo” (como algunos medios le han llamado), no solo es el proceso penal contra un capo, sino que es un inédito ejercicio de escrutinio moral y ético hacia todo un régimen político; además de ser una gran oportunidad para conocer mucho del cómo es que México se convirtió en un sangriento campo de batalla”
Sí, el encarcelamiento de García Luna se celebra. Hoy, voces como la de la periodista y escritora Anabel Hernández son más valiosas, el recuerdo de los periodistas asesinados vuelve con fuerza y la decisión personal de publicar la denuncia se robustece. En este momento podemos comprobar que, a fin de cuentas, todo, absolutamente todo cae por su propio peso y que el denunciar, aún sea desde el más pequeño espacio, absolutamente vale la pena.
Que se siga rascando para que la mierda salga a la superficie, que se continúe señalando a quienes ensangrentaron a México y que pronto, muy pronto, se lleve ante la justicia a esos que hoy cínicamente se dicen sorprendidos por el actuar del ex secretario, aun cuando en el organigrama estaban a la par o por encima del nefasto “súperpolicía”.