¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Aneudy Patiño escriba una noticia?
Continuando con una reflexión anterior en torno a la democracia que vivimos los dominicanos, queremos destacar el grado de felicidad y realización que exhiben nuestros líderes, sobre todo cuando están detentando alguna posición en la administración pública
Ese aire de omnipotencia que muchas veces lleva a más de uno a atropellar a cualquier ciudadano que se le ponga en frente con cualquier tipo de reclamo, en torno a la incompetencia de estos en el ejercicio de sus funciones.
La descomposición humana y moral de nuestros políticos actuales, sobre todo de las cúpulas del PRD, PLD, es tan grande, que peligrosamente podríamos compararla con la que sufrieron Acción Democrática y Copey a finales de los años ochentas y principios de los noventas en Venezuela.
El cinismo rampante a la hora de ejercer el poder, la falta de principios éticos en los cuales sustentar éste, han convertido al país en un verdadero mercado de pulgas, donde lo que públicamente menos vale, es tener algún tipo de principios o respetar los derechos del prójimo.
Esto crea un peligroso precedente que de una forma u otra hace inviable cualquier tipo de desarrollo social que sea sustentable, pues al no existir reglas de juego que estén definidas y que al mismo tiempo sean duraderas, el país cae cada cuatro años en el precipicio de la improvisación, la cual diríamos es una especie de marca país y por eso se nos reconoce en muchos lugares del mundo.
La banalización de la política por parte de nuestras cúpulas partidarias y sus ambiciones desmedidas, ha llevado a un estado de corrosión la práctica política en el país, que ya la mayoría de los ciudadanos exigen al ‘’contado’’, sus ‘’beneficios’’, de participar en cualquier convención u acto de sufragio, pues nuestra moderna democracia ha servido para cualquier cosa, menos para resolver los problemas fundamentales que por más de cuarenta y cinco años aquejan al país.
Ese mismo ambiente vivió la Venezuela, antes de Chávez, el cual es hoy una pesadilla viviente para mucha gente en Venezuela, que metidos en la fiesta de adecos y copeyanos, ( los cuales fueron las dos principales fuerzas políticas de Venezuela ), no quisieron ver el cansancio de un pueblo, que a pesar de sus limitaciones, nunca pudo bailar al ritmo de la bonanza petrolera.
Así estamos nosotros, aunque, sin petróleo y sin militares que conspiren en contra del status quo, viviendo una realidad que nos sume en la pasividad y la negación, ¿pero, por cuanto tiempo?, eso no lo sabemos, pues el arte de la adivinación no nos ha sido dado, pero de lo que si estamos seguros es que por el camino que vamos y si continuamos siguiendo las orientaciones de quienes nos dirigen, no iremos a parar a ningún lugar bueno.
Ojalá y nuestra clase política sufriese de un rapto de conciencia y se diese cuenta de que al final también sus ilegítimos privilegios pueden verse afectados, pues esas masas que ya lo único que entienden es que hay que sobrevivir día a día y como sea, podrían desbordarse un día y caer en manos de sectores que traigan alguna sensación de orden y esperanza, quizás sectores que por las medidas que se verían obligados a tomar se le tildaría igual que a Chávez, de antidemocrático.