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Países del mundo siguen haciendo negocios con el “dragón rojo”, mientras desde 1999, los practicantes de Falun Gong han exigido ininterrumpidamente justicia
Por: La Gran Época, Italia
Una niña practicante de Falun Dafa sostiene un cartel donde le pide a China que deje de matar a presos de conciencia por sus órganos durante un desfile en Washington el 20 de julio de 2017. (Benjamin Chasteen / The Epoch Times)
El 2019 es un año importante para los derechos humanos en el mundo. De hecho, además de marcar el XXX aniversario de la masacre de la Plaza de Tiananmen (4 de junio de 1989), marca el XX aniversario del comienzo de la persecución a Falun Gong (20 de julio de 1999), una disciplina espiritual china que se basa en los principios de la verdad, la compasión y la tolerancia, se compone de cinco ejercicios de meditación similares al Tai Chi.
“¡Tantas víctimas desde aquel lejano 1999!” -comenta el senador y doctor Maurizio Romani (grupo mixto, ex M5S y actualmente en Fratelli d’Italia), entrevistado por Epoch Times – “Demos una señal, hagamos que estas personas no se sientan abandonadas a su suerte en este día, sino que, sobre todo, demostremos nuestro compromiso práctico de acabar con todo esto a partir del día siguiente, de lo contrario, seremos cómplices de los agresores; sea cual sea el color de la política con que se vistan, o sean, continuarán siendo los agresores”.
El Senador Romani fue el promotor de una ley que introdujo por primera vez en el código penal italiano el delito de tráfico de órganos tomados de personas vivas, que se relaciona con el terrible delito de extracción forzada de órganos que tiene lugar en el contexto de la persecución a Falun Gong en China. Esta ley italiana castiga a los que van a China para obtener un órgano que no es rastreable y cuya fuente es desconocida.
El fenómeno de la extracción forzada de órganos de disidentes es una enorme violación de los derechos humanos ordenada por el Estado chino, con la complicidad de hospitales militares. Entre las investigaciones más exhaustivas que han documentado el fenómeno está la de David Matas y David Kilgour, respectivamente un abogado de derechos humanos y un ex ministro de Asuntos Exteriores, ambos canadienses, que descubrieron ya en 2006 una enorme discrepancia entre el número de trasplantes reales en China y el número oficial de trasplantes declarado por el régimen chino. Esta gran brecha sólo puede explicarse por la presencia en los campos de trabajo de prisioneros de conciencia que esperan su absurda ‘sentencia’ de muerte y la extracción de sus órganos frescos: “Es comparable al holocausto”, dijo David Kilgour al American Epoch Times.
Y la confirmación de lo que David Matas y David Kilgour dijeron vino recientemente, el 17 de junio, desde el Tribunal de China en Londres, un tribunal internacional independiente que ha reconocido que la China del PCCh ha manchado de crímenes de lesa humanidad, y ha dicho que la extracción forzada de órganos de los prisioneros de conciencia sigue en marcha: 90 mil trasplantes ilegales al año, de acuerdo con las estimaciones del tribunal.
“La conclusión de la corte internacional independiente en Londres el 17 de junio de 2019, de que la extracción forzada de órganos de prisioneros de conciencia todavía tiene lugar en China, en el casi completo desinterés de los medios de comunicación occidentales, por un lado me causa enojo, por otro lado una gran amargura y decepción, después de todos los esfuerzos realizados a lo largo de los años para sacar a la luz este crimen de lesa humanidad”, continuó Romani.
“A veces la realidad es tan cruel que preferimos voltear hacia otro lado para no verla, pero durante años la gente que ha escapado de este triste destino ha venido a contarnos sus historias de cómo sobrevivieron. Les debemos el mismo respeto que teníamos por los supervivientes de los campos de exterminio nazis, debemos tener el valor de mirar esos ojos brillantes y dolorosos sin mirar hacia abajo con vergüenza. Tenemos una ley que nos permite perturbar un mercado, carecemos de voluntad política para perturbar la fuente del mal y no podemos permitírnoslo. […] Me gustaría que Italia, que primero dio una señal fuerte con la aprobación unánime de una ley contra estos crímenes, se convirtiera en un campeón de una campaña real, fuerte, sin concesiones para que todo el mundo pudiera detener estos crímenes. ¡Estoy dispuesto a hacer mi parte!”.
También el diputado de Fratelli d’Italia, Andrea Delmastro, entrevistado por Epoch Times, expresó su opinión sobre la sentencia del tribunal de Londres: “Las conclusiones del Tribunal de China son increíbles y clavan a China en sus responsabilidades con respecto a una práctica aberrante, la más despreciable que recordamos de una dictadura. Creo que rompen el velo y aquellos que lo deseen pueden ver y comportarse en consecuencia. Mi pregunta concreta llama la atención de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores sobre las conclusiones. Espero que la política real no prevalezca sobre esta práctica inhumana”, concluyó.
Mientras tanto, en Estados Unidos, con motivo del aniversario del 20 de julio, unos dos mil practicantes de Falun Gong desfilaron por las calles de Washington DC para pedir el fin de la persecución, con la solidaridad de varios diputados.
Una foto del desfile de Falun Gong en Washington el 18 de julio de 2019 (Samira Bouaou / The Epoch Times)
Persecución contra Falun Gong: una batalla cultural y espiritual
¿Cómo se puede reconciliar a la China de las violaciones de los derechos humanos, de los crímenes, de los órganos y de la barbarie, con la China de la espiritualidad, de las artes marciales, de los templos y las danzas?
Estos dos mundos opuestos han estado luchando desde la Revolución Cultural, un movimiento del Partido Comunista Chino que trató de borrar todos los rastros de la tradición china, desde las estatuas de Buda hasta los escritos religiosos, con el fin de romper todos los lazos entre los chinos y su predisposición espiritual innata. Esta tendencia liberticida continuó incluso después de las reformas económicas de Deng Xiaoping: basta con mirar lo que sucedió en la Plaza de Tiananmen en 1989.
Falun Gong fue una continuación de esa antiquísima tradición espiritual olvidada, y fue dada a conocer por primera vez al público en China por el Maestro Li Hongzhi en 1992. El éxito de la disciplina espiritual fue tal que, en 1999, el número de practicantes había alcanzado los 100 millones: una cifra superior a la de los inscritos en el Partido Comunista Chino.
Según las reconstrucciones, el entonces líder del Partido, Jiang Zemin, una vez que se enteró, se quedó completamente cegado por la envidia, y comenzó precisamente por esta razón la persecución a gran escala contra Falun Gong, el 20 de julio de 1999. Jiang Zemin ordenó arruinar la reputación de estos practicantes de la meditación, así como destruirlos físicamente y arruinarlos económicamente. En su opinión, el partido no podía fallar en derrotar a Falun Gong.
¿Cómo se puede esperar que el PCCh, con sus principios de lucha ̶ después de la Revolución Cultural y su guerra contra la tradición y contra todas las formas de fe, y después de la masacre de la Plaza de Tiananmen y la represión de todo tipo de libertad ̶ reconozca los principios tradicionales de Falun Gong?
Y mientras los países del mundo continúan haciendo negocios con el “dragón rojo”, desde 1999, los practicantes de esta disciplina han exigido ininterrumpidamente justicia y han apelado a las conciencias de todo el mundo, con el fin de instar a la comunidad internacional a tomar medidas concretas para poner fin a la brutal persecución a manos del PCCh.
Artículo en italiano: https://www.epochtimes.it/news/il-20-luglio-segna-ventanni-dal-secondo-olocausto-della-storia/
Traducción: Lucía Aragón