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El papa Francisco se convirtió en un aliado de los altermundialistas y recordó a todos que es el primer pontífice del Sur, con su encíclica contra la "cultura del descarte" y los poderes ciegos de las finanzas.
"Laudato si", un alegato de casi 200 páginas a favor de una "ecología humana integral" para evitar el calentamiento climático, aborda aspectos concretos de las dificultades cotidianas de los pobres y muestra la visión de un hombre que los conoce.
Muchos se sorprendieron el jueves con la radicalidad de sus palabras al mencionar el acaparamiento de las tierras, las guerras por el agua, la destrucción de la biodiversidad por las multinacionales, las migraciones y la miseria urbana.
El teólogo brasileño de la Liberación y exsacerdote Leonardo Boff celebró una "encíclica única y extraordinaria". Varios grupos ecologistas italianos anunciaron que el domingo irán al Vaticano a mostrar su apoyo al papa argentino.
En el documento, Francisco respalda moralmente a los numerosos movimientos que luchan por el medio ambiente, con unas palabras que recuerdan a veces el vocabulario altermundialista. El pontífice se muestra, por ejemplo, muy crítico con la sumisión a la tecnología y el consumismo.
La novedad con "este primer papa de la globalización" es que "considera que los pobres del Sur tienen una posición privilegiada y una mirada más afilada para valorar problemas medioambientales que afectan a todo el mundo", afirma Iacopo Scaramuzzi, vaticanista de la agencia italiana Askanews.
Los pobres nos evangelizan, suele decir el pontífice. La palabra "pobres" se repite en 51 ocasiones en su encíclica.
El documento alterna capítulos de tono muy espiritual con otros centrados en los mecanismos sociales y económicos y casi sin elementos religiosos, que son los más impactantes.
Sus argumentos son accesibles para cristianos, musulmanes, budistas, ateos, agnósticos... Francisco insistió, de hecho, en que su encíclica "iba dirigida a todos".
- 'Deuda ecológica' -
El pontífice puso el acento en dos cuestiones que, sin ser nuevas en la doctrina social de la Iglesia, cobran especial relevancia al ser pronunciadas por un papa del Sur.
La primera tiene que ver con "la deuda ecológica" de los países ricos con los países pobres a los que explotaron económicamente. Francisco considera que hay que tener en cuenta esa deuda entre Estados a la hora de fijar compromisos para reducir el calentamiento climático.
La segunda es la creencia de que la propiedad privada debe estar subordinada al bien común.
Tales afirmaciones pueden suscitar cierto revuelo en los países de mayoría católica como Brasil o Filipinas.
El papa sigue, sin embargo, plenamente la tradición de la Iglesia cuando niega que el crecimiento demográfico contribuya a la destrucción del planeta o cuando reafirma la diferenciación entre lo masculino y lo femenino.
El aspecto altermundialista del papa argentino ya había quedado de manifiesto en octubre, cuando recibió a los "movimientos populares" católicos.
"¡Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor! ¡Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza!", dijo entonces, entusiasta, ante los representantes de varias organizaciones, la mayoría de América Latina.
Los pobres "no se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONG (...) Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren", añadió.
En Buenos Aires, Jorge Bergoglio, que siempre rechazó los aspectos marxistas de la Teología de la Liberación, era amigo de curas que trabajaban en barrios de chabolas.
Su pontificado aporta una nueva radicalidad al Vaticano, aunque el interés por los problemas del Sur ha sido una constante en los mensajes de la Iglesia, desde el "Popularum progressio" de Pablo VI en 1967 hasta el "Sollicitudo rei socialis" de Juan Pablo II en 1987.