Vivo el presente siendo consciente que el paso de los años va agotando el saldo que tengo en mi cuenta corriente de la existencia, por eso pienso con absoluta seriedad, en la posibilidad de atracar el Banco del Tiempo y robarle todas las horas que almacena en la caja fuerte de la vida.
Introducción Soy un poeta en zapatillas, un trovador en pijama, un rimador que rima cuando estoy inspirado, o tan solo, cuando me viene en gana.
Unas veces es el combustible del entusiasmo el que alimenta la vena poética, y otras la lira es negra como el carbón que calienta la tristeza.
Un rapsoda superficial que a veces baja a las profundidades. Un bardo que solo reina (aunque sea republicano) en la vieja butaca del salón de su casa.
Al final poca cosa, tan solo alguien que junta versos y que se ríe de su sombra si el humor aparece, incluso cuando el amor salta por la ventana.
Y siempre teniendo en cuenta, que es mejor la poesía sin exceso de dramas y mucho menos tragedias, de esas que se crían tan solo al son de la marcha fúnebre, o cuando el afilado cuchillo se dobla al intentar atravesar un corazón congelado.
¡Y de paso, que se vayan a paseo y con su música (y su musa) a otra parte, y si puede ser, bien lejos, todos esos poetastros, profetas del apocalipsis, pregoneros del cataclismo y copleros del desastre...!
Canción urbana Canción urbana. Canción de la mañana. Recuerdo de desayunos y cazalla. Y en aquel bar de la esquina, coscorrones de tequila. Canción de la mañana. Mal aliento y tabaco pegado a la garganta. Calle arriba y casi siempre aquel garito. Con gemidos y algún grito. Siempre la misma ruta. ¿Quién se enamoró de aquella puta? Canción de la mañana. Canción de madrugada. Peleas de gallos y de gallinas enjauladas. Olor a sudor. Heridas de desamor. Y en un momento, a seguir pateando un poco de cemento. ¿Luci dónde te metiste, no ves que estoy muy triste? Canción urbana. Canción divina. Una noche y otra, me consuela Cristina. Y sin salir del coche. ¡Es que hace un frío que te cagas! ¡Mejor acurrucados en el asiento de atrás! Sin duda la protección ideal si ella se queda sin bragas. Hay que curar las penas. Y con tantas tías buenas, sería un desperdicio no practicar algo de vicio. Unas con senos turgentes. Otras de pechos pequeños, pero muy calientes. Algunas sedientas de sexo. Varias, de amor inconfeso. Y todas, peligrosas más de la cuenta. Y yo a veces, salvaje como un perro. Y también algo gamberro. Aunque mejor, poeta metropolitano. Preferible, antes que torero. Las letras no matan. El morlaco siempre ataca. Canción urbana. Cazalla y tequila. Canción de madrugada. Calentones y juergas en « El Manila ». Canción de la mañana. Llueve, y ese taxi que no pasa. La espera se hace eterna. En la catedral suena una campana. Siempre es el aviso de irse para casa. ¡A ver si el puto taxi, llega o tendré que ir haciendo pierna! CONTINUARÁ... ©Fran Laviada 
