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Parece que este año vamos a volver todos a la escuela. Centro de sociabilización, teatro de nuestras primeras emociones verdaderamente individuales, alejado del núcleo protector de la familia, y fuente de unos valores que, por general, chocan con la realidad que reina fuera de las puertas del establecimiento. El cine nunca ha desaprovechado el inmenso poder de seducción que tiene el colegio: isla de todos los posibles.La primera película se basa en una experiencia real. Enfrentada a una clase difícil, como casi todos los años, la profesora de historia decide convencer a sus alumnos (agitados, conflictivos, lejos de ser unos lumbreras...) de participar en un concurso nacional sobre el tema de ser un adolescente en los campos de concentración nazis.
La primera reacción de los alumnos es poner el grito en el cielo, dado que si ya tienen problemas con los cursos habituales, no digamos si se añade un nuevo trabajo. Pero el hecho de depositar tal confianza en una clase que nunca había despertado el mínimo interés, logra que los alumnos se lanzar en esta aventura que no saben cómo puede finalizar.
La directora y guionista, Marie-Castille Mention-Schaar, ha sabido equilibrar la intensidad del tema con un recorrido personal del alumnado, digna de mención. Gracias al buen hacer de su actriz principal, Ariane Ascaride, la película interesa, emociona y se ha convertido en una verdadera sorpresa de la cartelera francesa con su medio millón de espectadores, encantados con una realización serena e inspirada.
Y de estos adolescentes difíciles pasamos a un niño de cinco años, extremadamente dotado para la poesía. En la segunda película, La profesora de parvulario, otra brillantísima actriz, Sarit Larry, aporta a su personaje el toque de inquietud necesario para que, según vaya avanzando la historia, se te empiecen a poner los pelos como escarpias.
Lo que ya se adivinaba en su primera película, Hashoter (Policeman), se ha confirmado en este segundo largometraje, merecidísimamente premiado en el festival de Sevilla. Nadav Lapid es el cineasta israelí más brillante de su generación y con un universo centrado en protagonistas femeninas que luchan contra el orden establecido y se sitúan, cada una a su manera, al margen de las convenciones imperantes a su alrededor.
Esta profesora intenta salvaguardar a este jovencísimo poeta de una sociedad que lo ignora, lo menosprecia y no le entiende. Pero el problema reside en que los medios que la institutriz decide emplear para protegerle puede que no sean los correctos.
Esta película rozó la lista de las mejores del año pasado. Nadav Lapid salpica sus historias de un trasfondo político muy crítico, que no es habitual, y tiene una maestría en el suspense psicológico de sus historias que recuerda a Hitchcock. Un cineasta que nadie debería perderse y, sobre todo, descubrirlo antes de que empiece a imponerse en el palmarés de los festivales internacionales. Un talento arrebatador.