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Raoul Wallenberg

28/05/2009 14:10 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

“…En esencia la tragedia no es la opresión y la crueldad de la gente mala sino el silencio de la gente buena…al final recordaremos no las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos”. Martin Luther King Jr

Por Lucía Aragón

Hace algunos años estando en Canadá, concretamente en la ciudad de Montreal, me senté a descansar en una plaza del centro. Ahí se encuentra un monumento conmemorativo a Raoul Wallenberg y la plaza lleva el mismo nombre. En ese entonces desconocía quien era. Su historia está ligada a los miles de judíos húngaros a los que salvó durante la Segunda Guerra Mundial, pero contradictoriamente el misterio de su desaparición después de ser arrestado, pese a su inmunidad diplomática, por las Fuerzas Especiales Soviéticas, deja ver el abandono al que fue condenado por la comunidad internacional y empaña todos los honores que se le han otorgado por parte de varios países del mundo incluidas las dos nominaciones al Premio Nobel de la Paz.

Raoul Wallenberg nació en el seno de dos familias prominentes suecas. Estudió arquitectura en la Universidad de Michigan, era conocido por su buen humor y por su falta de esnobismo, prueba de ello es que viajó pidiendo aventón por Canadá, Estados Unidos y México. Después de graduarse regresó a Europa, comenzó a trabajar en un negocio de alimentos en Estocolmo y Europa Central. Este trabajo lo llevó por primera vez a Budapest, la ciudad que amó.

En 1944, Wallenberg fue asignado a la Embajada de Suecia en Budapest. Y ahí fue contratado por el Consejo Americano para Refugiados de Guerra, creado por el presidente Roosevelt, su tarea consistía en salvar a judíos húngaros de una muerte segura. Para ello, Wallenberg gestionó un tipo de pasaporte protector o “Schutz-pass” y además creó las “Casas de Suecia” donde llevaba a los judíos que obtenían el preciado documento. Además recorría las estaciones de ferrocarril cuando llegaban los vagones repletos de judíos hacia los campos de concentración e incluso llegó a obligar a oficiales alemanes y húngaros a abrir los vagones para que bajaran los que tenían dicho pasaporte.

El 17 de enero de 1945, Wallenberg fue capturado por soldados rusos en Hungría y nunca más se volvió a saber nada de él. Hasta la muerte de Stalin, el gobierno soviético reconoció oficialmente que Wallenberg había muerto en la cárcel de Lubyanka. Durante años Moscú aseguró que había fallecido de un ataque al corazón, pero Vladimir Kriuchkov, jefe de los servicios secretos soviéticos durante el gobierno de Mijaíl Gorbachov, declaró que había sido fusilado.

En el año 1991, se creó por ambos gobiernos una comisión sueco-rusa para investigar el caso de su desaparición, revisó una gran cantidad de documentos y testimonios sobre el destino de Wallenberg. En el año 2001 terminaron sus actividades, prepararon y publicaron sus informes por separado el gobierno sueco y el gobierno ruso. No se encontró ninguna documentación que certificara la muerte del diplomático sueco en la URSS ya que toda la evidencia había sido destruida. Sin embargo, la evidencia circunstancial recolectada por el grupo confirma que Wallenberg fue asesinado en la URSS el 17 de julio de 1947, aunque los rusos reconocen que puede existir documentación adicional en sus archivos.

En diciembre del 2000, el Fiscal General de la Federación Rusa declaró a Raoul Wallenberg victima de la represión política soviética. Durante décadas hubo testimonios de presos de los gulags que decían haberlo visto, tener noticias de él o comunicado con él en varias prisiones rusas después de 1947.

Sin embargo, las evidencias claras y contundentes aún quedan en el fondo de algún archivo de inteligencia húngaro y/o ruso. El abogado de derechos humanos canadiense e investigador sobre el caso Wallenberg, David Matas apunta al hecho de la incapacidad de los investigadores independientes de acceder a los archivos confidenciales rusos.

La indiferencia y la falta de voluntad para resolver el misterio sobre el caso Wallenberg le ha negado el honor que merece su coraje, tenacidad y humanismo.

Al monumento de la Plaza Raoul Wallenberg, en la ciudad de Montreal le da siempre el sol aunque está rodeada de edificios altos. Wallenberg, por el contrario, vivió sus últimos años metido en un gulag oscuro, con frío y hambre, quizás buscando el sol.

Puede leer mas de este y otros articulos en http://deorienteaoccidente.wordpress.com


Sobre esta noticia

Autor:
Lucia Aragón (1263 noticias)
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9915
Tipo:
Reportaje
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