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KlimtSiempre me ha fascinado el vínculo que se forma entre una madre y su hijo, el grado de complementariedad al que llegan. Yo tengo una relación muy especial con cada uno de mis hijos, basada en el amor y el respeto y definida en función de lo que me necesitan. Pero es en esos primeros meses de vida en el que esa relación se forja y crece a medida que lo hace el bebé.
Mi cuerpo está en sintonía con mi Canija, con mi bebé, y siente y se percata de de sus necesidades mucho antes de que las manifieste o de que otro sea capaz de percibirlo. Prueba de ello son sus despertares nocturnos.
Canija se despierta muchas veces en la noche, mínimo siempre 4 veces, aproximadamente a la misma hora, y son en esos despertares fijos en los que yo me despierto segundos antes. Es absolutamente increíble, poco antes de que ella me reclame yo abro los ojos, pestañeo como sin sueño y afino el oído. Es entonces cuando ella empieza a moverse, a buscar estando adormilada, levanta el culo, se estira y entonces me mira y yo ya estoy mirándola a ella. Me sonríe y yo la devuelvo la sonrisa mientras disfruto observando la pureza de sus sentimientos. La coloco en mi pecho y mientras va cerrando de nuevo los ojos yo sigo pensando en lo fascinante que es la naturaleza sincronizando a una madre y su cría.
Disfruto mucho de esos 4 despertares cuando son únicos, de los despertares que tenemos sincronizados, en los que yo no me muero de sueño y ella me busca pausadamente. Si todas las noches fueran así yo no tendría de qué quejarme porque mi cuerpo está programado para esos despertares y vuelvo a caer en un sueño profundo después de que ella coma.
Son las otras 10 veces las que me matan, las que hacen que mi cuerpo parezca oxidado, que me duelan hasta las pestañas, que sienta que voy a caerme en cualquier momento rendida de cansancio, que mi paciencia desaparezca en décimas de segundo, que sienta como si mi espalda fuera una carretera llena de curvas.
Y sueño con el día en que eso ocurra y Canija sólo se despierte esas 4 veces. Si tuviera que soplar las velas y pedir un deseo, ese sería el mío. Y pensaréis que soy pobre hasta para soñar, pero creo que hay que ser realista y para llegar a no despertarse hay que pasar primero por esto. Así que paso a paso, que para cuando lo consiga estoy segura que podré soplar otras velas, aunque no sean las mías, y ser un poco más ambiciosa.
Mientras disfruto de esos pocos días en los que nos sincronizamos y disfrutamos juntas de sus tomas, en los que me percato de lo maravillosa que es la naturaleza y observo a mi Canija en su forma más pura.
¿Os ocurre también a vosotros? ¿Cómo es vuestra relación madre-hijo?