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Uno de los gritos más sonoros de los miles de taxistas de Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas contra los Vehículos de Turismo con Conductor (VTC) es el de "Roban el futuro de nuestros hijos", como si estos fueran a heredar sus licencias, cuando dentro de pocos años esos vehículos no llevarán ni taxista ni conductor.
Serán eléctricos, aunque durante algunos años aún los habrá de gasolina y gasoil, y obedecerán a programas informáticos autónomos de inteligencia artificial que se investigan, ensayan y avanzan imparables en EE.UU., China, Alemania, Japón, Corea y en otros países de la vanguardia tecnológica.
También en España, aunque como todo lo novedoso y vanguardista en el país, no recibe casi atención de los medios: por Madrid circulan desde 2018 varios vehículos del proyecto europeo Autocits, liderado por la empresa informática española Indra.
Los coches son Mitsubishi i-Miev eléctricos de alto rendimiento y en ellos viajan dos personas para analizar los resultados o para emergencias en zonas de alta densidad circulatoria, como la autovía A-6, del Noroeste; incluso entre los taxistas en huelga, que los han visto pasar ignorando que eran su peores competidores.
Este mundo de los taxistas y de los coches con conductor se acaba, aunque no el de las dos empresas mayoritarias que gestionan informáticamente en España los VTC, la multinacional española Cabify, que paga sus impuestos aquí, y la estadounidense Uber, que lo hace en Holanda.
Ambas, junto con otras competidoras con asociados VTC, disponen ya de programas informáticos que podrían funcionar sin conductores, y que perfeccionan cada día con inteligencia artificial.
Los taxistas en huelga quieren mantener el casi monopolio que es para ellos el servicio de pasajeros, pero no saben, al parecer, hacia dónde va su actual negocio.
Será mejor que le digan a sus hijos que se dediquen a la inteligencia artificial.
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