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Trump y el poder del pueblo estadounidense, le darán una segunda oportunidad

07/03/2020 16:36 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

La sociedad debe enfocarse en el nuevo discurso ideológico y avanzar hacia una percepción retrospectiva y dejar atrás el mundo religioso

El Reportero del Pueblo

 

Estamos, ante una sociedad que desea ser correcta, pero, comete una multiplicidad de errores en los espacios de la ciudad    y a pleno día observamos como los ciudadanos están pendientes de sus teléfonos como embotellar y atascar el tránsito en sitios neurálgicos que determinan debates sinceros de quienes tienen o no, la razón. Es el actuar cotidiano, donde cada uno de nosotros debe hacerse una necesaria revisión interna, en su Ser y ver nuestros derechos como deberes y, como deben ser ejecutadas.

 

Es el manejo del discurso en la actividad diaria, dejar los dobleces para presentarnos en una posición correcta. A mi humilde juicio, estamos obligados a minimizar la peligrosidad en la ciudad hasta lograr que el delito continuado sea reprobado por la rigurosidad de los funcionarios que ejecutan funciones publicas y salga a relucir en el marco de la ley, su rigurosidad.

 

La ley es una competencia del Estado Legislador. Se trata de un campo social que es objeto de varias disciplinas, desde la moral y la religión a la ética. El derecho en sí.

 

No puede haber vida social posible sin cumplir con una serie de reglas de comportamiento; dicha exigencia determina la correlatividad de un deber o responsabilidad social, obligaciones que cada individuo debe cumplir con los demás. La responsabilidad social no es un concepto nuevo, pudiendo remontar su origen a los filósofos griegos primero, y luego a las regulaciones legales romanas. En nuestros días, la difusión de la tecnología y el avance científico en materia de comunicaciones, determina que cada día no solo es más fácil acceder a la información, sino también que nunca antes en la historia de humanidad tantos han podido expresarse respecto de los temas más diversos con tal alcance general e indeterminado, vía Facebook, Instagram, Twitter o cualquier otro canal informático.

Ello, a la par de brindar posibilidades antes impensadas de expresión personal, trae aparejado también nuevas responsabilidades. Nada de lo que se dice, ni nada de lo que se hace es gratis. Sin embargo, hechos como el video en que se arroja un animal en vuelo desde un helicóptero a una pileta, como también la terrible muerte del joven Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, igualmente filmado, a mano de diez jóvenes que tienen en común su calidad de rugbiers, deben llevarnos a reflexionar sobre como manejan el reproche público algunos. Hay, a la par de la razonable conmoción pública, actitudes de algunos de regodearse respecto de los aspectos más truculentos de esos u otros hechos, para ganar un punto más de rating en el caso de algunos medios, o para desahogar frustraciones personales que nada tienen que ver con el tema en otros.

Es así que se cuestiona o se defiende el deporte del rugby, sentándolo también en el banquillo de los acusados o absolviéndolo de culpa y cargo. Hay, en no pocos, una tendencia a la generalización no sólo por demás injusta y carente de fundamento, sino que también revela prejuicios o resentimientos poco felices.

La ignorancia suma a Venezuela en un submundo oscuro.sin nada espiritual

Escuchamos a alguien decir, frente a lo del helicóptero, que “los ricos son todos iguales”. Una frase marcada por un reduccionismo infantil y una discriminación peligrosa, aunque se dirija al sector con mayores ingresos de la sociedad. En el caso de los rugbiers se ha llegado a demonizar un deporte que, como cualquier otro, tiene buenos y malos. El rugby no es mejor o peor que cualquier otro deporte de contacto. No da estatus alguno su práctica, como pretenden algunos, no te hace mejor que nadie, ni convierte a nadie en violento que no lo traiga ya dentro. Igual que pasó con el boxeo, al que también se demonizó en su tiempo. Es como si hubiera una necesidad de ensañarse con los casos que cobran notoriedad pública. No decimos con esto no que exista o no se manifieste el reproche social. Pero entendemos.

 

Joseph Schumpeter (1883/1951), notable economista, de origen austriaco-norteamericano sostenía que: ”…tradicionalmente suele creerse que en una democracia, el electorado define y decide las controversias políticas primero y designa después a un conjunto de representantes para que se ocupen de implementar las decisiones. Se trata en esencia de la visión que define al Gobierno del pueblo. Sin embargo, salvo casos excepcionales, en la práctica las cosas nunca suceden así. Por el contrario, la secuencia se invierte: primero se elige a los representantes y éstos son los que se encargan de resolver las controversias y tomar decisiones, definiendo de esta forma al Gobierno de los políticos” Este pensamiento es casi un calco de lo que viene sucediendo hace años, mostrando los fracasos reiterados de un modelo de gobernanza sujeto a especulaciones particulares, donde las entidades gremiales, sociales y empresarias no son tenidas en cuenta para el tratamiento de políticas públicas significativas.

Por eso creemos estar transitando por un período de transición que inexorablemente nos lleva a un cambio de época, donde el pueblo debe – sí o sí – participar en la toma de decisiones mediante la complementación público-privado.

La Gobernanza de un Estado que además de los Partidos Políticos, incluya la participación de las entidades representativas del pueblo organizado, le impone a los que ejercen el Poder Ejecutivo, la necesidad insoslayable de crear los ámbitos y la institucionalidad para dicha integración, siempre y cuando el objetivo de ambos sea el bienestar de la Comunidad. Por lo tanto, el Estado deberá evitar que estos marcos institucionales que encuadran la actividad privada sean excesivamente cambiantes o confusos, pues esto sumiría al empresariado en la incertidumbre, desalentaría las inversiones y fomentaría la especulación. Por otra parte a las organizaciones y entidades intermedias les atañe el estar perfectamente organizadas y contar con dirigentes y representantes fielmente concientizados para trabajar al servicio del país y de la sociedad, convencidos que dicho accionar expresa el verdadero cumplimiento de la responsabilidad social del sector que representan. Estas son las razones que ineludiblemente deberían formar parte del proceso de conciliación y de ley estadal.

 

La dicotomía entre globalismo y anti globalismo dominó el escenario internacional en el último lustro y seguirá siendo central en los conflictos venideros

Con el 2019 se fue una década de grandes convulsiones y conflictos políticos. Podría decirse que la “era del anti globalismo” se inauguró con la victoria de Donald Trump en Estados Unidos junto a la elección que le dio el “Sí” al brexit en 2016. A partir de allí venimos asistiendo a una serie de fenómenos heterogéneos pero que tienen en común la utilización de un discurso profundamente crítico de la globalización, contrario a las elites financieras al mismo tiempo que anti inmigratorio. Por ello, con las características de cada país en particular, este tipo de discurso ha logrado interpelar de manera exitosa a los perdedores de la globalización: en mayor medida blancos, de clase media baja tanto rural como urbana, quienes han visto mermados sus ingresos debido a la pérdida de puestos de trabajo a causa de la globalización y la deslocalización de las fábricas. La dicotomía entre el globalismo y el antiglobalismo, la puja entre aquellos que se encuentran a favor de un mundo más abierto, tanto en lo económico como en los flujos migratorios, frente a quienes pretenden fronteras cerradas en el amplio sentido de la palabra, es la puja que dominó el escenario internacional en el último lustro de la década de 2010, que seguirá siendo central en los conflictos venideros. La democracia liberal tradicional en los países de Europa central o en Estados Unidos no era tan discutida desde las décadas de los años 20 y 30. Los fenómenos migratorios causados en gran parte por los conflictos ocasionados por los países centrales en los periféricos, terminaron impactando en aquéllos y sirvieron para unificar el odio de las periferias, de sectores sociales unidos contra lo que consideran las elites. Es decir, todo aquello que tenga algún sesgo liberal, progresista o amigable hacia la globalización. Allí, los migrantes son utilizados como chivo expiatorio por los dirigentes, quienes enfocan el odio de sus electorados hacia todo lo que sea ajeno a ellos. Ejemplos claros de esto son el caso de Donald Trump en Estados Unidos, Matteo Salvini en Italia o Marine Le Pen en Francia. El electorado de Trump existía desde hacía mucho tiempo; sin embargo, hasta que su figura no surgió no había encontrado ni un cauce democrático ni un momento propicio para poner sus demandas en el centro de la política. Steve Bannon, quien fundó The Movement (El Movimiento), en 2017, para relanzarlo en 2019, entendió como pocos la dinámica política del mundo que se viene. Surgido de los rincones oscuros de los medios alternativos estadounidenses, su discurso apela muy bien a la idea del “hombre común”, entendiéndolo como un trabajador blanco, de clase media baja, occidental y de “costumbres cristianas”. Bannon sabe muy bien cómo disputar la hegemonía: unificando demandas democráticas en el sentido que las entiende Laclau, es decir, reclamos aislados que pueden ser conservadores, reaccionarios o antiigualitarios. Cuando estas demandas no son satisfechas por la política tradicional, pueden unirse con otros reclamos incumplidos. De esta manera, se produce una relación de equivalencia en la que demandas que pueden no compartir nada en un principio o incluso pueden oponerse entre sí o ser contradictorias, se unifican detrás de un líder o un “movimiento”. Para Laclau, sin embargo, no existe el populismo de derecha, ya que es la derecha la que toma las demandas populistas y las adecua al sistema que las genera, sin transformarlas. Las figuras de Trump o Salvini operan como significantes vacíos, es decir, personajes que aglutinan la pluralidad de demandas insatisfechas, contradictorias o no, de un colectivo determinado. Así, un supremacista blanco, un campesino de Alabama y un trabajador afroamericano desempleado de Detroit pueden ser parte del mismo colectivo, asistiendo a mítines y apoyando fervientemente a Trump. De la misma manera que un poderoso empresario del norte, un trabajador precarizado del sur y un nostálgico de los tiempos de Mussolini pueden constituir la base de sustentación de La Lega. A su vez, todos estos sectores encuentran en la globalización al gran culpable de todos los males de sus países. El concepto que utilizan es vago, y la globalización también puede operar para ellos como un significante vacío en el que el contenido cambia dependiendo de cuál es el enemigo de ese momento. Éstos pueden ser los inmigrantes mexicanos en el caso del discurso trumpista, los africanos y los árabes en el de Salvini, al mismo tiempo que la elite liberal de las universidades Ivy League, el poder supranacional de la Unión Europea con sede en Bruselas, la dictadura de las finanzas, los militantes de los derechos LGBTIQ+, las fronteras abiertas, la “delincuencia”, o la burocracia política de Washington. Indistintamente de a quién se ataca en determinado momento, todos comparten la condición de ser parte de los fenómenos causados por la globalización. Hoy existe una distribución de la riqueza tan desigual que, por ejemplo, en Europa, que sigue siendo el continente más igualitario del mundo, 10% de los habitantes posee 37% de las riquezas. Mientras que en Estados Unidos, 1% concentra 20% de los recursos del país. Por ello, cuando Donald Trump asumió la presidencia, en su discurso inaugural dijo aquello de que su llegada al poder representaba “devolverle el poder al pueblo”. Más adelante se analizarán las causas de por qué alguien como Trump, un millonario perteneciente a ese 1%, un personaje central en esta historia, logra apelar de manera tan eficaz a esos sectores sociales con los que en principio no tendría mucho que ver. El desafío del progresismo y los movimientos nacionales y populares será disputar en estos terrenos, donde, por ahora, la derecha p parece estar ganando a pasos agi- gantados.

 

* Escrito pOr Emiro Vera Suárez, Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajo en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

Daniel Ortega y su esposa es un claro ejemplo de como la izquierda puede resurgir y fijar un eje monolítico Nicaragua- Francia- Corea del Sur- Rusia

 

 


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Emiro Vera Suárez (2241 noticias)
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