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En la conturbada situación de Michoacán debemos pensar la complejidad, la complementariedad y los desencuentros del desarme, de la desmovilización y de la reinserción de los grupos paramilitares, como elementos ineluctibles .
No cometer errores que otros hicieron antes y tener bien presente la complejidad de la situación sobre el terreno en Michoacán, rechazando la simplificación absurda entre "buenos y malos" que circula en los titulares periodísticos y en las redes sociales, deberían ser dos elementos centrales en la reflexión sobre los recientes eventos y sobre el diseño de la estrategia actual de seguridad . ¿Pero están presentes estos dos elementos en el centro del debate ?
Lo dudo . Un punto de partida para evitarmos caer en el primero precipicio debería ser el estudio detallado del caso Colombia.
Un segundo punto de partida, debería partir de la contestación, por cada uno de nosotros, a una simple pregunta (ejercicío individual e introspectivo) : ¿ realmente queremos civiles armados en nuestras calles, por ejemplo en Morelia ?
Para el primero punto, les dejo un enlace de referencia al caso Colombia, como lectura previa a otros documentos y fuentes, consultable en http://www.derechoshumanos.gov.co/Observatorio/Publicaciones/documents/2010/estu_tematicos/Los_procesos_desarme.pdf, que nos puede ayudar a ubicarnos, precisamente, sobre la complementariedad y desencuentros del desarme, de la desmovilización y de la reinserción de los grupos paramilitares arriba referida.
Como respuesta a la pregunta del segundo punto: creo que no, sinceramente no lo queremos. Es altura de no tener miedo y de afirmar "ya basta". El tiempo de las autodefensas ya pasó. Las vías política, electoral y constitucional deben de ser las únicas en el horizonte de los michoacanos.
La revolución de que nos gusta tanto hablar, debe ser entendida como una revolución de comportamientos, en el marco de una convivencia democrática, con total respecto a los derechos humanos y tendiente a eliminar todos los discursos y actos discriminatorios contra la diversidad de aquellos que comparten un mismo terreno neutral de la republica laica.
No, una añoranza por el terror de la sangre derramada y por derramar, no cobijar grupos y personas que, por muy bien intencionados que puedan parecer, sólo pueden llevarnos a la vía del horror de nuevos feudalismos militarizados y a la división fraticida al interior de nuestras comunidades.
Citando al Padre de la Patria Morelos y Pavón, frente a la injusticia quiero ""Que todo el que se queje con justicia, tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario", o sea quiero un estado de derecho, no un estado previo a la "guerra civil". Quiero un sistema constitucional que funcione, no uno que esté "secuestrado" por los diversos grupos de interés y por las armas. Un estado que tome sus responsabilidades en materia de seguridad. No un enmascadrado en la esquina de la calle armado con un AK 47 que me imponga por la fuerza la manera como él me quiere defender de lo que define unilateralmente como "mis" prioridades.
Bajo este punto de vista, la detención de Mireles es tan necesaria y urgente como la detención de La Tuta. No podemos quedar en la dicotomia del "bueno y del malo", cuando ambos son una amenaza directa a la democracía, a las libertades y al estado de derecho